La ciudad que soñamos está
al alcance de nuestras manos si se asume la responsabilidad política de
planificarla.
Para ello no necesitamos más
dinero del que tenemos y en cambio nos ayudaría acelerar la proposición de
aquellos proyectos que nos permiten acceder a los recursos que la nación nos
ofrece y de la que han echado mano las otras ciudades del país para garantizar
su desarrollo.
No podemos pretender
incentivar la inversión en la ciudad si carecemos de un Plan de Ordenamiento
Territorial que responda a los retos de la globalización y los TLC´s. La
incertidumbre que hoy ofrece el uso del suelo es catastrófico y la ausencia de
autoridad en materia de planeación no contribuyen a que se ofrezca el nivel de
confianza mínima a los inversionistas.
Más grave aún es desconocer
la importancia de la Sociedad Portuaria como eje posibilitador de desarrollo y
bienestar social. La importancia de Santa Marta en el corto y mediano plazo no
está en su turismo, de infraestructura y organización incipiente, sino en la
portuaria donde la dinámica de inversión en el continente propende
aceleradamente por la reducción de los costes para ser competitivos en el nuevo
modelo de mercado.
Razón le asiste a Metrogua
S.A. ESP. al justificar las falencias en el servicio de suministro de agua
potable cuando 125 mil personas están conectadas al servicio sin ningún control
y no existen propuestas que permita avizorar al mediano plazo un control
efectivo.
Más de 200 mil migrantes, no
todos desplazados, se han hecho parte de la infraestructura pública de la
ciudad (salud, vías, servicios públicos domiciliarios, trasporte urbano, etc.)
y no hay una sola propuesta tendiente al retorno de estas personas a sus
lugares de origen; personas que además en su mayoría tienen vocación campesina
y no presentan las competencias para su inclusión en la poca oferta laboral del
Distrito.
No hay un solo plan o
proyecto orientado al desarrollo del sector rural de la ciudad, que constituye
más del 70% del territorio. Tenemos un campesinado sin vías, sin servicios
públicos, sin escolaridad, etc. de suerte que por esta vía presionamos su
movilización a la zona urbana aumentando la informalidad que hoy se evidencia
en las calles.
El sólo acceso a agua
potable y saneamiento básico garantizaría que el 65% de las atenciones médicas
en todos sus órdenes se reduzcan. Los indicadores de las EPS y ARS señalan que
este porcentaje de atenciones se derivan de enfermedades relacionadas con el
agua y el aseo primando las afecciones gastrointestinales, las diarreas y las
infectocontagiosas.
El porcentaje de población
con Necesidades Básicas Insatisfechas - NBI en Santa Marta alcanzaron a 2013 el
32.08% de su población total.
En Santa Marta el 14.5% de
su población vive en condiciones de hacinamiento crítico, el 16% está en
condiciones de miseria, el 60.6% se ubica por debajo de la línea de pobreza y
de éste el 23.4% vive en condiciones de indigencia.
En Santa Marta mueren 62.96
niños por cada 100 mil nacidos vivos. La mortalidad infantil aportó 48 casos en
menores de un año y 93 casos en menores de cinco años en 2011. Como causas
principales de las muertes se identificaron las enfermedades respiratorias y
diarreicas. Causadas en gran medida por la ausencia o la inadecuada prestación
de los servicios públicos, entre ellos el alcantarillado.
Hemos crecido bajo la
ilusión de ser una ciudad turística y que por virtud de la naturaleza creemos
tenerlo todo; lo cierto es que nada tenemos distinto a lo que ofrecen en
materia de sol y playa Cartagena, San Andrés, el pacífico colombiano ni qué
decir de cualquier ciudad extranjera con acceso al mar. Nuestra estructura
turística se basa en paquetes de servicios marginales, la mayoría de ellos
informales. El dominio de la ocupación y oferta de camas está en cabeza de la
parahotelería. No hay un solo programa que promueva la vinculación organizada
de servicios complementarios en materia de turismo.
De las más de 16 mil
viviendas ubicadas en zonas de alto riesgo o invasión se cuentan alrededor de
21 mil jóvenes de entre 14 y 25 años que no están escolarizados, no registran
ingresos dignos. Cómo no entender entonces que este pequeño ejército de hombres
y mujeres decidan buscar posibilidades económicas en la informalidad, la
prostitución o en la delincuencia común u organizada.
Esta es la explicación al
crecimiento exponencial de la inseguridad en la ciudad; lo que hace que el tema
de la seguridad ciudadana no sea sólo de pie de fuerza policial sino en gran
medida de política social.
El liderazgo que demanda la ciudad implica no
sólo su administración sino el reto de proyectarla en el futuro, ofrecerle al
ciudadano la más valiosa de las posibilidades de vida y bienestar, concederle a
cada uno de los samarios el sueño real y palpable de una sociedad incluyente y
ello sólo es posible si se propone y expone un plan de desarrollo que nos haga
mirar hacia la ciudad que soñamos, aquella en la que los dolores sociales más
urgentes sean aliviados.
ALEJANDRO ARIAS
MIEMBRO DE LA FUNDACIÓN PARA LA PRENSA LIBRE
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