domingo, 9 de diciembre de 2012

¿QUÉ DIRÁN AHORA MIS ILUSTRES VICTIMARIOS?


A lo largo de estos últimos 5 años he sido objeto de toda clase de insultos y diatribas sustentadas por ser reconocido sin ser periodista, según mis victimarios, como tal y contar con algún grado de credibilidad en la prensa nacional y por distinguirme como un periodista investigativo que se ha atrevido a desnudar sensibles y peligrosos asuntos que por años se han pretendido mantener en el impune silencio.

En cuatro años logré como periodista hacer visible los graves problemas del Parque Tayrona, la contaminación de nuestros mares, los estragos de la Quebrada La Lata, la corrupción en la Alcaldía Distrital de Santa Marta, el abandono y el robo continuado y desmedido en contra de los pobladores del Magdalena víctimas del invierno, denuncié el incumplimiento y la no entrega de las obras contratadas para mitigar sus efectos, investigué y denuncié asuntos como los negociados de los Megacolegios y el SETP y/o TUS, entre más de 400 publicaciones que hoyalimentan las más anunciadas decisiones de los órganos de investigación y control del país.

No en vano, el reconocido periodistas PAUL BACARES ganó uno de los premios Simón Bolivar 2012 apoyado en una de mis investigaciones por lo que recibí en honroso reconocimiento de dicho periodista en evento ofrecido en honor a su premio.

No obstante, cuando uno revisa la hoja de vida de mis victimarios no encuentro nada parecido. Salvo que algunos alcanzaron a pisar una facultad de Comunicación Social y dejaron como rastro de ese hecho un diploma que carece de total peso periodístico y otros cuya forma de leer evidencia que nunca han tenido formación académica como José Ponce Obispo, quien a propósito siendo director de noticias de Radio Galeón tenía amordazada la verdad con una orden de servicio en la ESE PROSPERO REVEREND que lo obligaba a estar sujeto a comunicar lo que el gerente le ordenara so pena de terminarse dicho contrato que le generaba $ 2 millones de pesos mensuales.

He sostenido que lo peor del periodismo de provincia, como el nuestro, no es que sea señalado como carente de peso en los argumentos pero si que quienes creen ser los catones de este oficio personifiquen el hambre de la payola y evidentemente carezcan de solvencia moral. 

Para las nuevas generaciones bueno es que entiendan que ser periodista es un honor inmenso que al igual que ser zapatero, talabartero, cantante, pintor de brocha gorda o pescador se debe ejercer con libertad de conciencia y amor social. No es periodista quien tiene un espacio en algún medio de comunicación ni como se dice de mi lo ejerzo porque compré una grabadora en san andrecito; el periodista es aquel Atalaya Bíblico capaz de ver la verdad por muy oculta que ella esté o tener la capacidad de anticiparla gracias a la investigación y el compromiso con la sociedad.

Los periodistas además son los notarios por excelencia capaces de tomar la foto de una realidad que conocerla y recordarla dará oportunidad a las nuevas generaciones de mejorarla.
Comparto esta entrevista que le hicieran al más influyente periodista de nuestro país como una muestra de lo que es ser un verdadero periodista. 

Nada raro tendría que mis ilustres victimarios digan ahora que nchez Cristo tampoco es periodista.

"Mi sueño sigue siendo ser un disc jokey, ojalá de pueblo"

Por: Gustavo Gómez Córdoba / Especial para Colprensa | 08 de diciembre de 2012

LA OPINIÓN

Julio es Julito. Es un gigante en diminutivo. Está en todas partes: en Madrid, manejando como hábil titiritero docenas de voces; en Bogotá, conversando con sus jefes de Prisa Radio, mientras los exviceperiodistas lo ubican como puente de la venta de su casa radial; en Miami, rajando de alguna socialité con Fernán Martínez; en las ondas radiales, defendiéndose “pacíficamente” de los colegas que le apuntan a la sien; en una tienda de la Vía Montenapoleone, en Milán, comprando una camisa morada con aire de forro funerario; o en Barcelona, con el Premio Ondas al mejor programa de la radio iberoamericana entre manos.

“Los sueños de los días de radio –dijo al recibirlo— comienzan con un micrófono, tal vez con un disco; con un poema, con una llamada o con un padre radiodifusor cómplice, a quien también dedico este premio”. Julito se detuvo en Julio E. e hizo un paso rápido, cariñoso, por sus mujeres: Letty, Daniela y María (esposa y dos hijas), que aprendieron a quererlo a pesar de más de 40 años de no verlo jamás en el desayuno. Los mismos que lleva en la radio, casi siempre en Caracol, donde muchos creyeron que el flaco bilingüe desgarbado no pasaría de disc jockey, porque no se le veía por ninguna parte madera para convertirse en uno de los periodistas más influyentes del país.

Sánchez Cristo recordó cómo hace cincuenta años un colombiano, Álvaro Castaño Castillo, radiodifusor e ícono, recibió por primera vez el Ondas para Colombia, y que en dos ocasiones quedó en manos de otro hombre mítico: Julio Nieto Bernal, cuyo hijo es hoy director de la todopoderosa Cadena SER, de donde emana el premio. “Quiero despedirme –remató— con lo que pasó en el último Ondas de un colombiano (Herbin Hoyos). Un premio que ganó por un programa que no debería existir: ‘Las voces del secuestro’, que le habla al oído a los secuestrados en las selvas de Colombia. Ojalá el próximo año un colombiano venga y reciba otro Ondas y les cuente que mi país está en paz”. Amén.

En paz quiere que lo dejen sus colegas, siempre obsesionados con meterse en la vida de Sánchez Cristo. No da entrevistas. Hace unas semanas fue portada de una revista y sus amigos tuvieron que reconstruir su vida para los editores, porque no dijo ni mu. Solo habla frente al micrófono, para gusto de su audiencia en el mundo y para malestar de quienes pretenden escapar de una ley radial: La W es Julio y Julio es La W. Él, entero, es el medio. Pero es medio malo para hablar de él. A menos que usted lo coja en un corredor de Caracol Radio y lo ponga entre el micrófono y la pared diciéndole: “El ganador del premio Ondas tiene que abrir el pico”. Lo pensó. Lo volvió a pensar. Abrió el pico y dijo sí. Y dijo esto otro…

¿Por qué nunca da entrevistas?

Siete y hasta ocho horas al aire son suficiente exposición. El año entrante, en Semana Santa, cumplo cuarenta años de estar frente a los micrófonos sin interrupción. Llevo 35 años en Caracol Radio, estuve en RCN; en emisoras El Dorado; pasé por Monserrate, Fantasía, Radio Latina, Radio 15, la RAI, la BBC de Londres, la Voz de América… agregarle a eso entrevistas me parece una falta de respeto con el público, es abusar de su generosidad.

¿Le parece si aprovechamos esta excepción para hacer algo útil, pensando en la gente que quiere hacer radio en Colombia?

Un minuto con usted siempre es útil.

¿Qué parte del cerebro debe estar perfectamente conectada con la garganta para hacer buena radio?

Aquella que nos permite oír antes de hablar y esa otra que nos hace callar antes de hablar.

Cuando usted comenzó, la radio colombiana estaba algo blindada al exterior. ¿Cómo se animó a poner nuestra radio en el mundo?

No crea. Crecí con radiodifusores a los que, en su medida, les gustaba el mundo. En 1971 mi padre se identificaba con un eslogan en el que cambiaban las referencias geográficas, pero no el concepto universal: “Hoy desde Atenas, mañana desde cualquier lugar del mundo”. Le digo más: Enrique París identificaba Caracol Estéreo como “la antena musical del mundo”; en Emisoras Monserrate, Julio E. entrevistó a Brigitte Bardot cantando ‘El cuchipe’; Julio Nieto Bernal tenía tres carreras y leía prensa y revistas en cuatro idiomas; Otto Greiffenstein tenía la mejor voz, no de Colombia, sino del mundo; ‘El Chupo’ Armando Plata Camacho era la voz del cine mundial… Tengo muchos ejemplos más para confirmarle que la radio en Colombia, desde que nació, ha sido mundial.

Se la valgo, pero si la radio colombiana es única en el continente, ¿por qué hubo al menos dos categorías radiales desiertas en los premios Simón Bolívar de este año?

Solo tengo gratitud por ese premio. No controvierto decisiones de su jurado, pero nunca lo olvide: la radio que hacemos todos en Colombia es de las mejores del planeta.

En radio hay quienes piden a los nuevos periodistas que sepan de todo y otros exigen especialidades. ¿Cuál es el camino que hay que tomar para no irse al barranco?

Solo pido que informen, de lo que quieran, pero con la verdad en la mano. Que contrasten sus fuentes, que no me revelen nunca cuáles son esas fuentes y que, al aire, si quieren hablar de economía, de orden público o de proceso de paz, lo hagan, pero que si les gusta Chavela Vargas, ¡que se animen a decirlo!

¿La radio se hizo para informar o para entretener?

No veo la incompatibilidad de las dos cosas. A mí me acusan de ser frívolo y lo soy, y me acusan de manejar la agenda del país, lo cual no hago. Pero si así fuera, ¿cuál sería el problema?

Ha “descubierto” muchos talentos en lugares donde otros colegas no los buscarían, como la radio musical. De hecho fue, y sigue siendo, un conocedor de la música… ¿qué ve en alguien donde otros solo ven disc jockeys?

Mi sueño sigue siendo ser un disc jockey, ojalá de pueblo, y ojalá tarde en la noche. Con eso le respondo su pregunta.

¿Los jóvenes deben llegar a la radio con la idea de respetar formatos o de pasárselos por la faja?

De pasárselos por la faja.

¿Cuál es el pecado imperdonable del novato radial?

El de siempre: no escuchar al entrevistado, por estar preparando la siguiente pregunta. Hay que entender que el secreto en la radio es quedarse callado el mayor tiempo posible, oyendo atentamente al entrevistado. Entre menos se hable, menos margen hay de equivocación.

¿Cuál es el Top 5 de los pupilos que ha tenido desde que dirige y por qué cualidades concretas entran al ‘curubito’ de Julio?

Las listas son antipáticas. Todo el elenco de La W merece estar en ese top, simplemente porque se atrevieron a cruzar el océano...

Ha tenido muchas manos derechas, la más importante y confiable, Alberto Casas, pero usted es su propia emisora. La W, donde quiera que usted esté, ¿es lo que llaman “cadena de autor”?

Ese es un cuento suyo, creativo y generoso, pero solo soy parte de un equipo, que me aguanta la presión y, como usted sabe, no es fácil. Puede que sea una emisora a donde vaya, pero sería imposible solo, sencillamente porque no entiendo la radio sin el mundo... y solo jamás lo podría acariciar.

¿Alberto Casas es un buen compañero de esas “caricias” radiales?

Es el mejor compañero de vida.

No me imagino a Casas trinando. Usted tiene en Twitter cuenta, pero no la usa… ¿tiene en cuenta a los oyentes que tienen cuenta?

Jamás he escrito un trino. Mis periodistas siguen las cuentas de líderes de opinión en el mundo, y medios serios y confiables de donde se nutren de información valiosa y oportuna. Oyentes y espontáneos trinadores son eso y simplemente eso. Los respetamos, pero en un programa como el nuestro, en caliente, no llegamos a seguirlos.

Fuera y dentro de Twitter, ¿le tiran mucha piedra?

Trato de acertar, pero cometo muchos errores. Las pedradas, cuando se impulsan desde el terreno de las buenas intenciones, prenden alarmas que advierten de equivocaciones que debo corregir y las recibo con mucho gusto y provecho.

¿Y si los que tiran piedra son colegas, cómo lo maneja?

Igual. Los colegas saben del oficio y advierten de buena fe, con sus críticas, fallas que debemos corregir. Jamás me meto con un colega; hablo de ellos cuando ganan un premio, hacen un buen cubrimiento o amplío alguno de sus éxitos informativos. Viviendo en los Estados Unidos me impactó mucho ver al presentador de ABC reemplazando al de NBC o al de CNN, o viceversa, por razones de salud o simple cortesía. Allí aprendí que una cosa es competir y otra respetar el oficio de los demás. En periodismo siempre hay alguien mejor que uno. Los colegas para mí son intocables. Si tiene un ejemplo de comentarios míos a cualquier colega, que no sean para hacerle el bien, por favor refrésquemelo.

¿Entonces Daniel Samper Pizano hizo una lectura equivocada del trabajo periodístico de La W y sus columnistas?

No insista: tengo mil defectos, pero soy coherente. Jamás cuestionaría a un colega y menos a uno tan importante y respetado como Daniel. Es serio, riguroso y solo a él le corresponde evaluar lo que escribe y por qué lo escribe. No me pasa por la mente nada distinto a que hace su trabajo con honestidad y jamás dudaría de su buena fe, cuestionaría su ética o pondría en tela de juicio la publicidad de su medio. Nunca tendría para él un calificativo distinto al de que es un señor periodista, ejemplo para muchas generaciones. Súmele a eso mi relación con su hijo, a quien apoyo incondicionalmente en su trabajo, y que, además de ser un amigo entrañable, es un periodista de kilometraje ilimitado.

¿El periodista de radio debe hacer caso de tentaciones como la televisión, que convierte a la gente en popular en menos de una semana?

Debe aceptar la tentación, pero no para ser popular en menos de una semana. La televisión que estudié y trabajé durante años puede hacer popular a un periodista en una semana o volverlo impopular en minutos. La magia de la televisión es la imagen; los de radio no tenemos imagen, la reemplazamos con la voz. Nuestro susurro sigue siendo más impactante e influyente que mil imágenes. Una palabra, bien dicha, siempre ganará.

¿Qué debe leer y qué no debe leer un periodista de micrófonos?

Todos los periódicos y revistas posibles. Debe erradicar de su mente la posibilidad de no leer.

¿Está bien delimitada la línea ética de la pauta y el contenido en la radio colombiana?

Tenemos colegas que son empresarios y dueños de medios y jamás creería que su independencia informativa se va a ver vulnerada por cuenta de un anunciante. Si un columnista es socio del periódico en donde escribe, o si vendió sus acciones a un empresario, no me pasaría por la mente que sus opiniones pudieran cambiar por ese hecho; le guardo el mismo respeto.

Hay clientes que pautan mucho y muy fuerte. ¿Le han dolido las críticas a La W por cuenta de la pauta de Pacific Rubiales?

Pacific Rubiales pauta con Caracol Radio, no con Julio Sánchez Cristo. Que un cliente de una empresa anuncie insistentemente en un medio es un debate valido, pero entre los dueños y los anunciantes y, si se quiere, la academia. Pero ese problema no es ni suyo ni mío. No se le olvide: somos empleados y, antes, periodistas. En una redacción como la de La W es muy fácil consultar a cualquier periodista si ha sentido la presión de algún cliente o alguna instrucción non sancta del director o de la empresa. Nos levantamos todos los días a las cuatro de lamañana a trabajar honestamente y nuestros compañeros y nuestras familias lo saben. Lo demás es ficción.

Por cuenta de estas críticas, ¿la radio se va alejando de la empresa privada?

Si lo hace, ¿quién va a pagar mi equipo en Colombia, Caracas, Panamá, Miami, Los Ángeles, Atlanta, Nueva York, Nueva Jersey, Washington, Madrid, Londres, París, El Cairo y Jerusalén? Apliquemos entonces para trabajar en NPR, donde no nos recibirían por no hablar inglés. Ni nos contratarían en la RAI por no saber italiano, o en la Deutsche Welle por no hablar alemán; menos en la BBC o en Russia Today. Esas son las mejores radios públicas del mundo, donde mereceríamos estar para darle la espalda a la empresa privada. Como eso no va a pasar, trabajamos en la mejor radio privada del mundo en nuestra lengua. Se llama Prisa Radio, es una empresa privada, se sostiene con la publicidad y de esos ingresos vivimos doce mil personas. La otra opción es cambiar el modelo económico que, le recuerdo, se llama capitalismo. Como dice el doctor Casas: “¡Entre usted primero, que a mí me da un ataque de risa!”.

Risa la que tienen los estudiantes, porque no saben lo difícil que es esto del periodismo. Si fuera un estudiante de periodismo o comunicación social, ¿a qué periodistas colombianos les seguiría la pista como ejemplo?

A Felipe López, Roberto Pombo, Germán Castro Caycedo, Mauricio Gómez y Enrique Santos.

¿Felipe López es el Julio Sánchez de las revistas o Julio Sánchez es el Felipe López de la radio?

Felipe es único, clase aparte.

¿Es cierto que en Semana no mandan ni Alejandro Santos ni Felipe López, sino una señora que se llama Mireya Durán y es la sombra de López?

Esa señora, ante un personaje tan conectado con todo tipo de noticias, se convierte en su polo a tierra y le termina resolviendo desde el color de una corbata hasta la carátula de la revista. Mireyita es un ser humano muy especial.

Como lo convencí de dejarse entrevistar para, habiendo ganado el Ondas, compartir algo de lo que sabe con los que apenas arrancan en la radio, le pregunto: ¿vale la pena estudiar comunicación social?

No. Vale la pena estudiar derecho, filosofía, arte, lenguas o sociología. Jamás se aprende este oficio en una facultad de comunicación social: no pierda su tiempo, ni su dinero.

Última pregunta: ¿qué se le pasa por la cabeza cuando escucha el impajaritable “no me cuelgue, Julito”?

Que después de tantos años de creerme un gran comunicador, ¡es el colmo que no haya podido explicar a la gente que yo no manejo los teléfonos!

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